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Eduardo de los Charcos

Eduardo de los Charcos No es que la abuela Mima no tuviera otro tema del que hablar. Por el contrario, era relativamente culta, pese a que en su época una mujer de su condición no era criada para otros menesteres más que los domésticos. A lo sumo una señorita de sociedad de pueblo aprendía un poco de francés, otro de piano. La vida la dotó con un espíritu curioso y una vasta biblioteca. Supongo que allí residiría el secreto de la inspiración de sus relatos. Pero en sus últimos tiempos sólo hablaba de su Eduardo.
En los años primaverales, Mima fue famosa por su belleza e ingenio. Lo del ingenio es cosa mía, pura especulación. Reconozco que los hombres solo hablan de su belleza al recordarla, y las mujeres...bueno, a no soñar, qué mujer reconocería en otra la inteligencia...
He referido ya la historia familiar de los Báthory, Eduardo, el último de los duques (o condes, no volvamos a ello ahora), era nieto de Eduard de Báthory.
Mentes aceleradas aunque faltas de imaginación podrán especular sobre el romance de Mima y Eduardo...Baile, mirada, relámpago, amor. Nada de eso. Tampoco se odiaban, simplemente se habían ignorado toda la vida. Ella prescindía de su existencia, él la encontraba poco interesante.
A pesar de ya incipiente vida social de la ciudad, los acontecimientos importantes y celebraciones no los juntaron nunca. Ella se casó con un humilde forjador de sueños y poemas, Eduardito con la mayor de las hijas de una familia patricia de Buenos Aires, muy venida a menos.
Los años pasaron y para Mima el duquesito de Nicoleños de los Charcos era un recuerdo. Una tarde muy soleada de primavera

-Che, me están tocando el timbre a ver...-

3 comentarios

Anónimo -

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Amanda -

Um, qué rabia!!
Pasó alguna historieta de amollllll o no?¿

jose -

Qué buena pinta tu abuela la de la foto. Así que arrastrando genética literaria, eh? El verbo en las venas.